La puerta en el muro

Echó a correr por miedo a que la duda volviera a apoderarse de él; fue directo a la puerta verde con la mano extendida, la atravesó y la cerró de golpe tras de sí. Y así, de repente, se halló en el jardín que le obsesionaría toda la vida.
La puerta en el muro
H. G. Wells

















Un domingo por la tarde en el patio de recreo.
Los niños se han marchado, las pelotas de goma giran en silencio
como peonzas abandonadas en los canalones y sobre los poyetes de piedra.
A la espalda, el cuaderno de ejercicios escondido en la mochila;
y la risa, los sueños, las canicas de colores, la tiza roja que dibuja
la puerta de los juegos, y la blanca, el camino secreto hacia la torre.
Mis bolsillos están repletos de objetos inservibles que perdieron su lugar.
La tarde de domingo es una línea discontinua de trazo regular,
el patio sin recreo de un día de fiesta, la víspera de un banquete que
tuvo lugar en el pasado, antes del domingo, posterior a la noche del sábado.
Deambulo por el patio desnudo de mi vida con una tiza en la mano;
busco, sin esperanza y con obstinación, el muro donde dibujar la puerta.

Marlo
(tras la puerta)

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