Desde la Cueva (5) Fragmento


(partes de una cueva)

 4. La escalera

Las escaleras comunes, las que tienen peldaños, suben o bajan; la escalera de la cueva, que posee intervalos espaciales, se adentra o emerge.

(Los peldaños de la escalera son de madera pero podrían ser de cualquier otro material, su aspecto no es tan importante como su firmeza. En una cueva es fácil dar un traspiés y arañarse la piel con las paredes, o rodar por ellas y caer a lugares que uno no pensaba visitar.)

Mi escalera pone en comunicación el dormitorio con la puerta de entrada y el minúsculo recibidor, los sueños de entreplanta con la vida cotidiana, el fluir del inconsciente con la determinación de la voluntad.

(Como carece de barandilla, he aprendido a mantener el equilibrio y la atención en los pasos que voy dando. Dirijo el movimiento de mis caderas y los giros de cabeza, y controlo el peso que bascula sobre mis tobillos. Si me adentro demasiado y los intervalos espaciales se multiplican, se repliega sobre si misma y la repetición de la cadencia genera una escalera de caracol que no parece tener fin.)

Frente a la escalera de acceso y a lo largo de un muro, hay una pequeña escala de salida, y, como su nombre indica, me permite trepar hasta el hueco, divisar el otro lado y medir la temperatura tanto exterior como interior.

(En la escala puedo columpiarme y el equilibrio viene marcado por el movimiento ascendente y preciso de las manos que sirven de guía a mis pasos. Algunos días hago piruetas sobre ella, otros me arrastro pesadamente como una temerosa ostra abandonando su madriguera.)

Marlo

(girando)

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