CRÍTICA LIBROS


El anti-mundo o el envés de mi cabeza

Justo en ese momento, un hombre vestido con un traje pasado de moda y blancas patillas pasó ante nosotros; casi nos rozó, pero sin excusarse, cosa bastante rara en un inglés.

El peatón de aire se ha cruzado en mi camino en tres ocasiones y como un habitante más del anti-mundo quedó instalado, desde nuestro primer encuentro, a su libre albedrío en mi memoria; de modo que, de vez en cuando, alza su voz, salta en el aire lo más alto que puede y enganchándose a una rama imaginaria asciende implorando mi atención.
Hoy le he escuchado, su voz me seduce; su tono, templado y medido como la soga de Hitchcock, sostiene las situaciones más disparatadas y una lógica invertida tan natural como la vida sin catalogar; y su sentido del humor, inteligente y absurdo, me produce admiración.
Creo que es una historia genialmente contada que no caerá en el olvido porque su lugar es el límite, la frontera, la brecha que fragmenta la realidad, el pasadizo que pone en comunicación lo que vemos con aquello que no podemos vislumbrar, nuestro pensamiento con el objeto que admiramos, nuestra emoción con la persona que la provoca, lo que decimos con lo que ocultamos.
Asentarse en dicho lugar es difícil, pero permite sentir y apreciar el envés de las cosas. Algo que me parece importante en la actualidad, cuando la expresión plana de las imágenes y sus mensajes carentes de verdadera provocación que vemos constantemente en los medios de comunicación, invaden nuestro espacio vital y adiestran nuestro cerebro.
Por eso es importante ascender, aunque lo que se vea al otro lado no sea lo esperado, o sí, o demasiado diferente para comprenderlo, o no veamos nada…

Tu sabes montar bien en bicicleta. Bueno, lo mismo ocurre con el vuelo. Es el mismo equilibrio exactamente lo que hay que conseguir, no es otra cosa.
(El peatón del aire, de Eugéne Ionesco)

Marlo (Si no lo habéis hecho aún, os recomiendo leer esta obra)

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